La vida se trata de experiencias, de encontrar cosas que nos apasionen, incluso si estas implican mirar hacia el extremo opuesto del planisferio y tomar por propias costumbres y alfabetos incomprensibles.

Durante los últimos cinco años, la cultura del Oriente contemporáneo fue abriéndose paso entre los tucumanos hasta convertir a los jóvenes en verdaderos fanáticos. Las tendencias varían de acuerdo al país de origen pero -por detrás- todas conllevan una curiosidad y aprecio genuino por las promesas de identidad y entretenimiento que se ofrecen.

Tan real como un cosplay

Antes de incursionar en el cosplay, Erik Pérez Luna creía que las personas que veían animés (animaciones japonesas) y leían mangas eran “raros”. Una errática categoría con que suele identificarse de antemano a los fans que practican este “juego del disfraz”.

Sin embargo, a raíz de una apuesta secreta con su novia, Silvana Roldán, y de una serie de convenciones japonesas, Erik no pudo evitar ceder a la diversión que implicaba crear desde cero los atuendos. Ahora no hay quien lo pare y viste orgulloso su traje rojo de los Power Rangers.

“Desde el primer momento lo que más me atrajo del cosplay es poder crear una suerte de cápsula, un instante mágico donde todo es posible -comenta la cosplayer Cecilia Gómez Martínez, metida en el papel de una hechicera de cabello azul y armadura plateada-. Es un hobby hermoso que te exige una reinvención constante. Aprendés nuevas habilidades que jamás imaginaste como coser, pintar y trabajar con madera o electrónica”.

K-POP. Las fans de la banda BTS consumen algunos productos coreanos. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA

En sintonía, la voz de Germán Burgos resuena bajo un casco que parece pesar horrores y explica las sensaciones que vivió al vacacionar en el país del sol naciente. Algo que describe como un “camino de ida”. “Por suerte, no necesariamente hay que hacer una separación entre nuestra cultura y la de Japón. Al contrario, la idea es adaptar lo que más nos gusta y permitirnos ser felices así”, aclara este apasionado del ramen (sopa de fideos instantánea).

No leas la etiqueta

Nadie sabe a ciencia cierta cómo ocurrió el proceso, pero de repente vino la invasión, un tsunami de productos coreanos que a fuerza de colores fluorescentes y un packaging adorable logró capturar el corazón (y el bolsillo) de los consumidores.

Atraídos por el contenido de sus estantes, los transeúntes no parar de asomar la cabeza hacia una pequeña tienda de varietés made in Corea del centro. Dentro, una sucesión de gaseosas con trozos de fruta y latas de café frío se amontonan en las repisas. Intercaladas con golosinas aromatizadas con sakura y la resignificación del tradicional alfajor argentino, relleno de té verde.

Por supuesto, con cada snack las consultas van y vienen. “Parece que son chicles”. “En los ingredientes dice pescado”. “Lo llevemos igual, sólo para probar...”, conversan dos clientes sin saber que los sobrecitos que sostienen son en realidad sopas extrapicantes.

“En relación a las ventas, a partir de los 10 años los chicos suelen pedir gorras, pósters o útiles escolares de bandas de k-pop. En cambio, los adolescentes y los universitarios van por la comida. Además, en cosmética nunca pueden faltar los maquillajes y las mascarillas, toda fan de Corea debe usarlas”, detalla divertida Liliana Ballón dueña de la tienda “Haru”.

Música sin traductor

Aunque no supiéramos su nombre, seguro vimos algún video de k-pop (música pop coreana) en YouTube. ¿Cómo identificarlos? Basta con reconocer la indumentaria estridente que utilizan sus cantantes y las coreografías de saltos imposibles y coordinación inhumana.

“Estas bandas llaman la atención porque tienen actividades que recrean la adolescencia como bailar y cantar. En esa etapa necesitás una salida a aquellas cosas que te agobian. Verlos a ellos te inspira, hace que entiendas que podés expresar artísticamente tus sentimientos”, explica Celia Rodríguez seguidora del grupo BTS y miembro del fanclub “Bangtan Tucumán Shield”.

Junto a sus amigas, Celia suele realizar reuniones para charlar sobre esta boy-band y ver los conciertos. El fanatismo del fandom se nota en pequeños detalles como collares, tatuajes y collages pegados a las carcasas de sus celulares. Sin embargo, el mayor trofeo del equipo es el light stick, una barra de plástico translúcida que cambia de color y parpadea en cada canción. En síntesis, la versión tecnológica de la linterna del celular.

Novelitas de amor

En el ring de Netflix, las producciones audiovisuales asiáticas son un excelente oponente contra el cine de Hollywood y saben ganar varias batallas de maratones. “En los k-dramas románticos hay cierta inocencia y no se muestran escenas de toqueteo, los contactos físicos son sutiles”, referencia Sheila Calderon, otra seguidora BTS.

COSPLAY. Los artistas interpretan distintos personajes de animés, mangas y videojuegos.